A los 21 años recibió su primer diagnóstico y luego vinieron dos más. Florencia Guyet enfrentó tres tipos de cáncer y una mutación genética poco frecuente. Hoy, a los 40, comparte cómo convirtió el miedo en fuerza y aprendió a vivir con esperanza.
Cuando Florencia Guyet habla de “otra oportunidad”, no se refiere solo a seguir adelante: habla de renacer. Tiene 40 años y ha enfrentado el cáncer tres veces.
Soy Florencia y la vida me dio tres oportunidades
La primera vez fue a los 21 años, mientras estudiaba Veterinaria. Un tumor en el fémur la obligó a pausar su vida universitaria y a enfrentarse a la posibilidad de perder la pierna.
“Varios médicos coincidieron en amputar mi pierna y no soy una persona que se rinde fácil, así que gracias a algunas personas que me acompañaron en ese momento hicimos varias consultas con distintos médicos, entonces lo que hicieron fue sacarme esa parte del hueso que estaba afectada y me pusieron un trasplante óseo. Fue complicado porque yo era muy joven“, comentó Florencia.
Años después un control ginecológico de rutina reveló una lesión sospechosa en una de sus mamas. “Ahí tenía 36 años. Qué bronca, eso pensé. Dije que cansancio otra vez lo mismo, pero traté de apagar eso. Ahí yo ya tenía a mi hijo de dos años y era imposible rendirse. Cuando uno tiene un hijo es imposible rendirse”, afirmó.
Tras el segundo diagnóstico de cáncer, su oncólogo le sugirió un estudio genético. Así descubrieron que Florencia tiene el síndrome de Li-Fraumeni, una mutación hereditaria poco frecuente que aumenta el riesgo de desarrollar distintos tipos de cáncer. “Ahí tuvimos que ponernos a investigar de qué rama venía. Si era de mi lado materno o de mi lado paterno, y ahí descubrimos que lo había heredado de mi papá y también tuvimos que hacer estudiar a mi hijo porque habían posibilidades de que él tuviera la misma mutación. Por suerte dio negativo y él no lo tiene, pero mi papá sí. Y eso que mi papá nunca tuvo cáncer”, explicó.
Alejandra Mampel, médica genetista, contó acerca de los estudios que le realizaron a Florencia: “Los estudios que realizamos identificaron que ella era portadora de una variante patogénica, es decir, una variante que es causal relacionada a una forma de cáncer hereditario y esto es lo que que permitió que el equipo médico pudiera realizar las estrategias de reducción de riesgo, acompañarla y mejorar la atención médica, así como su seguimiento y el correspondiente asesoramiento al resto de la familia”.
En el segundo diagnóstico, los médicos decidieron realizarle una doble mastectomía. Pero dos años más tarde, una nueva imagen volvió a aparecer en sus controles. “Fue distinto esta vez porque tenía a mi hijo chiquitito. y se iba a dar cuenta de todos mis cambios físicos y eso fue complejo, porque le tenía que explicar adaptado a su edad, con un lenguaje que él lo entendiera y tratar de que a él esto le afectara lo menos posible, al menos desde lo psicológico. Aprendí bastante y trato de vivir el hoy.”, dijo.
El cáncer, lejos de vencerla, le enseñó a vivir. “ El cáncer es un maestro para mí. Aprendí a vivir el hoy, a valorar todo el tiempo. Antes habían cosas que dejaba de hacer por mi trabajo y ahora ya no. He dejado de hacer muchas cosas, viajar, juntarme con personas, dejé muchas cosas muchas veces, entonces ahora ya no. Tratar de darle menos importancia al tema dinero también. Y eso me ha llevado a que me vaya mejor económicamente, es loco, pero es cierto”, reflexionó.
Florencia reconoce que el miedo nunca desaparece. “A mí lo que más miedo me da es irme de este mundo y que mi hijo sea chiquito, eso me destruye. Le tengo miedo a cómo llega esa muerte, porque hay personas que se mueren quedándose dormidos, para mí esa gente es afortunada, porque he tenido algunas oncoamigas que se mueren sufriendo y eso no quiero. Eso es lo único que me genera más miedo, más que la muerte en sí. Cuando vos sos más consciente de la muerte, sos más consciente de la vida”.
En su brazo, lleva tatuada una palabra: resiliencia. “La realidad es que yo nunca me pregunté el por qué a mí, sino por qué no a mí, creo que todos somos iguales. No creo que alguien sea más o menos especial para que le dé una enfermedad ni haya he hecho algo y Dios lo está castigando o el universo te castiga, no creo en esas cosas, no me parece real. Creo que son cosas que aparecen y son pruebas que te pasan para que aprendas algo y para que cambies tu vida para que no sigas en la misma”, concluyó.